Como se puedo evidenciar en la información suministrada anteriormente en el blog sobre el origen de las Ciudadanías Comunicativas, resulta enriquecedor comprender cómo se dio esta interrelación, cómo se produjo su expansión y los elementos que moldearon su evolución.
En esta oportunidad, se indagará
sobre su desarrollo en Latinoamérica, entendiendo que, aunque anteriormente
poco auge tenía la relación Ciudadanía y Comunicación, posteriormente de una
serie de investigaciones en ambos campos, se pudo comprender su
correspondencia, otorgándole rasgos distintivos e identitarios que
contribuyeron a la construcción de nuevos paradigmas acerca de las de las
categorías de “ciudadanía comunicativa” y “comunicación ciudadana”
Para comprender mejor la
incorporación de las Ciudadanías Comunicativas en los estudios latinoamericanos
focalizados en la Comunicación, se debe partir de pensamiento latinoamericano, el
cual forjó su propia identidad, a pesar de la influencia de modelos foráneos
como el estadounidense (paradigma disfuncionista) y europeo (Teoría Crítica), toda
vez que pese a que no desconoce las corrientes sujetas a estos, construyó sus
bases, teorías y estructuras basadas en su realidad y las necesidades de su
entorno, a partir de factores identificados en el siglo XX como los
lingüísticos, culturales y la religión, dando cabida a pensadores como Barbero,
Canclini, Ortiz y González.
Comunicación
para el Desarrollo
Como es bien sabido la
comunicación es una disciplina transversal que cuenta con varios enfoques,
siendo uno de ellos la Comunicación para el Desarrollo, definida por Wilbur
Schramm ( como se citó en Beltrán 2006),
denominado : la comunicación para el desarrollo en Latinoamérica: un recuento
de medio siglo, como es el uso de los medios de comunicación -masivos,
interpersonales o mixtos- como factor instrumental para el logro de las metas
prácticas de instituciones que ejecutan proyectos específicos en pos del
desarrollo económico y social. (p.59)
En tal sentido, se evidencia
cómo a través de la Comunicación para el desarrollo es posible emplear a los
medios como agentes de cambio, constructores de tejido social y enriquecer las
dinámicas sociales.
Más aún cuando, a finales de los años 50, sociólogos y comunicólogos estadounidenses sostenían que los medios de comunicación debían ser usados como instrumental de apoyo en las instituciones que ejecutaban proyectos de desarrollo y que, gracias a su influencia, la comunicación de desarrollo sería la creación de “una atmósfera pública favorable al cambio que se considera indispensable para lograr la modernización de sociedades tradicionales” (Beltrán, 2005). (Beltrán, 2005, Como se citó en Segura, 2008)
Por tanto, se ratifica la
importancia de la comunicación concebida más allá del enfoque periodístico y
reafirmándose como un instrumento para el cambio social, que resulta altamente
favorable para enriquecer las dinámicas de las ciudadanías comunicativas.
En los años 60 surge la Teoría
de la Dependencia y se identifica al trabajador como elemento fundamental para
los procesos de cambio, dando paso además a la comunicación alternativa, un
espacio donde el campesinado y la comunidad indígena tenía la oportunidad de
hacerse escuchar, de comunicarse, usando la radio, prensa y televisión como
plataformas para visibilizar sus protestas, pero también para motivar acciones
de trasformación y educar.
“Se consideraba que la
comunicación debía contribuir a la “concientización” de las clases subalternas
para impulsar el cambio social que conduciría a su “emancipación” o
“liberación”.” (Segura, 2008, p.3)
Sin embargo, esta iniciativa
fue poco valorada por el orden político, por lo que lastimosamente fue
censurada.
Sin embargo en los años
80, Nestor García Canclini y Jesús
Martín Barbero otorgan una nueva noción a la comunicación, involucrando los
procesos de mediación (intervención) y dándole al ciudadano características de
actor emancipador, basado en que es el sujeto quien conoce sus realidades y lo
que necesita contarse.
Posteriormente, se llevaron a cabo
“teorías de la recepción que analizaban la libertad del consumidor para hacer
uso de los productos culturales, particularmente de los mensajes de los medios,
y de resignificarlos”. (Segura, 2008, p.4)
Acción que resulta muy
interesante, pues se identificó la necesidad de investigar acerca de la
influencia de la información transmitida por los medios en el receptor, de
acuerdo con su conocimiento, coyuntura social y cultural y cómo este podía
apropiarlos, siendo artífice de sus decisiones.
Más adelante con el desarrollo
de las TIC, se dan múltiples cambios, que para algunos significó una amenaza y
para otros, por el contrario nuevas oportunidades en materia de comunicaciones.
Es el
caso de la llamada nueva utopía de la comunicación: la de la “democracia en
tiempo real” gracias a las “autopistas de la información” (Lévy, 1990 y 1994
citado por Mattelart, 1997: 120). Para esta tecnoutopía, el sujeto era un
usuario de la tecnología igual a los demás en tanto está libre de
condicionamientos económicos, sociales y culturales. (Segura, 2008, p.4)
Pese a las críticas que
podrían representar las TIC, para los movimientos sociales resulta alentador la
democratización de las comunicaciones, toda vez que en el marco de derechos
como la libertad de expresión, es posible sentar su voz de protesta,
pronunciarse y empoderarse para comunicar en la esfera pública sus demandas.
En el caso puntual de
Latinoamérica existen organizaciones que lideran iniciativas orientadas a la
democratización de las relaciones sociales en diversos espacios como el Foro
Social Mundial, y la Cumbre Mundial sobre la Sociedad de la Información. (Segura, 2008, p.4)
Relación entre Ciudad, Medios de Comunicación y Política
Existe un estrecho e innegable
vínculo entre la ciudad como entorno donde se desarrolla el ciudadano, los
medios como espacio de difusión, discusión y comunicación de realidades y
problemáticas de la ciudadanía y la Política, desde la óptica de la democratización.
En tal
sentido, la condición ciudadana se define por la aparición de sujetos –
individuos y grupos- en el espacio público en pugna por la constitución de
identidades y por la definición de los asuntos de interés público. Concepción
de la ciudadanía no sólo como reconocimiento de derechos y deberes, sino
también por la adquisición de la responsabilidad pública de participar de los
debates y decisiones comunes. (Segura, 2008, p.4)
Por tanto, se evidencia cómo
esta relación entrega al ciudadano beneficios, pero también compromisos y
responsabilidades en función de la construcción de ‘lo que es de todos’.
Se propone entonces la
participación de la ciudadanía en espacios de la esfera pública, a través de
prácticas comunicativas que dignifiquen su rol protagónico en el ámbito estatal
contemplando sus modos y cultura.
Esta
condición indispensable de la comunicación y también de la ciudadanía en tanto
“red de relaciones igualitarias de reconocimiento recíproco” (Levín, 2004:
126), asocia la lucha contra la injusticia a la lucha contra la discriminación
y las diversas formas de exclusión. (Segura,
2008, p.5)
De igual manera, la ciudadanía
y la esfera pública se amalgaman por su condición, permitiendo analizar el
espacio público de corte urbano y el de tipo mediático.
Toda vez que lo urbano
presupone el escenario del ciudadano como sujeto social, político, económico,
cultural y comunicacional.
El
vínculo entre comunicación y ciudadanía puesto en el espacio público urbano,
remite a su complemento y contracara: el espacio público mediático. Los
estudios sobre comunicación y ciudadanía que pusieron énfasis en los medios
masivos de comunicación los consideran espacios centrales en la constitución
del espacio público en nuestras sociedades, en trabajos que muestran, entre
otros factores, cómo éstos han desplazado a las instituciones políticas y
sociales antes relevantes. (Segura, 2008, p.7)
Es así como se evidencia la
importancia de los medios de comunicación para la valorización y desarrollo de
las ciudadanías; sin embargo, también refuerza la necesidad de que estos medios
sean espacios constructivos, objeto de mediación más que de replicación de
información y se hace un llamado a la objetividad.
El
Ciudadano y sus privilegios
Para tener una aproximación al
Ciudadano y a los privilegios de los que goza producto de su condición, es
preciso considerar la afirmación de (Mata et al, 2007 como se citó en Segura,
2008) que introduce “la noción de “ciudadanía comunicativa” como “el
reconocimiento de la capacidad de ser sujeto de demanda y proposición en el
terreno de la comunicación pública, y el ejercicio de ese derecho” (p.8)
Se evidencia entonces el poder y derecho que tienen todos los ciudadanos de ejercer la comunicación para proponer, pero también para dar a conocer sus problemáticas, promover consensos y exigir la reivindicación de sus derechos, por ejemplo, en casos puntuales donde han sido vulnerados.
Según Segura
Por ello, las personas desde
que nacen y son reconocidas como ciudadanos, también adquieren esa serie de
derechos reconocidos legalmente y en el ámbito político, convirtiéndose en
sujetos políticos, sociales y culturales, que emplean los medios para
comunicarse y liderar acciones de cambio, en beneficio de la construcción de lo
público, entendido como un ‘para todos’.
Finalmente, resulta interesante la postura de Alfaro al considerar que “para ser ciudadana, la comunicación debe trascender una visión de impacto o propaganda hacia una estrategia comunicativa y pública, sembradora de acercamientos políticos a la democracia y el desarrollo” (Alfaro, 2002 como se citó en Segura 2008, p.10).
0 comentarios:
Publicar un comentario