Hasta hace muy poco tiempo las problemáticas de la ciudadanía tienen cabida en los medios de comunicación y es implícito medir su alcance y efectos desde diferentes perspectivas, para orientar mejor el horizonte y la intervención de la disciplina en este ámbito, sobre todo en la actualidad donde se evidencian las ciudadanías mediatizadas.
Para tener un contexto más amplio se debe entender que
existe una esfera pública y otra de tipo privada y que los medios de
comunicación están estrechamente ligados a intereses estatales o en el caso de
los privados a un grupo o sector específico, pudiendo ambos censurar las
realidades que se pueden comunicar.
Por ejemplo, Virilio, (Como se citó en Mata, 206, p7) plantea
la existencia en nuestras sociedades de una “legitimidad informacional con un
poder distinto al de la legitimidad democrática, una usurpación de hecho,
siempre presente” (Virilio, 1996, p. 62); algo que en otro sentido la argentina
Beatriz Sarlo puso en evidencia al reflexionar acerca de la democracia de la
opinión como contrapuesta a la democracia de las instituciones, contraposición
que reconoce como característica de nuestras sociedades mediatizadas (ver
Sarlo, 1995).
Sin embargo, los medios deben asumir una postura objetiva y
neutral que posibilite la construcción y desarrollo de ciudadanías, a partir de
espacios de ciudadanización.
Una ampliación de la noción de ciudadanía, como indica
Martín Hopenhayn (2005, p. 255) “permite pasar del individuo como sujeto
privado y libre de acción, al individuo como forjador de proyectos”. (Mata, 206, p8) Siendo la comunicación el mejor camino para la
materialización de dichos proyectos que generen bienestar y desarrollo.
Es preciso indicar que
los ciudadanos son sujetos de necesidad, que requieren espacios de
participación en los medios para visibilizar sus problemáticas, sentir e
imaginarios y por ende los medios tienen una gran responsabilidad adquirida de
nutrir mejor sus espacios, como es el caso de medios masivos como la radio y
televisión, donde priman contenido informativo y de entretenimiento, distando
de contenidos patrimoniales y culturales, que contribuyan a mitigar las
problemáticas de las ciudadanías.
Por su parte, Jesús Martín
Barbero ha otorgado la denominación de “ciudadanización” de la política, para
definir el complejo proceso en el cual se entretejen la caducidad de las
organizaciones antes encargadas de “representar” a los individuos como
partícipes de un proyecto colectivo y nuevos modos de expresión de anhelos,
intereses, búsquedas, que encuentran en ciertas lógicas mediáticas la
posibilidad de recuperar dimensiones sensibles (Martín Barbero, 2002). De allí
la importancia que tienen los individuos de dinamizar los espacios dispuestos
en los medios, disfrutando de la democracia de la opinión.
Para nadie es un secreto que
los medios de comunicación han sido decisivos en espacios de interés ciudadano
como es el caso concreto de las elecciones, donde desde el siglo XX se han
analizado los efectos de los medios en el poder de decisión de los votantes y
en la actualidad, queda evidenciado el alcance de los mismos y el nivel de
persuasión que logran; sin embargo, muchas veces se deja atrás la
responsabilidad de educar a los ciudadanos para que voten a conciencia,
olvidando ese compromiso del cual son sujetos activos, toda vez que los medios
son reconocidos como instituciones vinculadas a los poderes económicos y
políticos, funcionales a ellos y controladas por ellos. (Mata, 206, p11)
De igual forma, la noción de ciudadanía comunicativa remite necesariamente a derechos civiles – la libertad de expresión, el derecho a la información, la posibilidad de exigir la publicidad de los asuntos públicos, etc. –, jurídicamente consagrados por diversos instrumentos tales como la constitución de los Estados, leyes, decretos, disposiciones reglamentarias. (Mata, 206, p13)
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